FUMAR CÓMO LO NOTA NUESTRA PIEL
La gran mayoría somos conscientes de lo dañino y perjudicial para la salud que es el tabaco; pero siempre nos hacemos una idea del daño que puede causar a órganos internos o que puede generar enfermedades crónicas e incluso mortíferas. Sin embargo, poca gente se para a pensar en los efectos que el fumar o incluso el estar expuesto de manera pasiva al humo del tabaco, tiene sobre nuestra piel.
El rostro de una persona fumadora se puede identificar por algunas características comunes a casi todas ellas, como son:
- Arrugas pronunciadas, provocadas en su mayor parte por la contracción de los labios al fumar y el acto de entrecerrar los ojos para evitar la entrada de humo
- Aspecto y apariencia grisácea en la piel
- Manchas de color vino o púrpura
- Rostro demacrado con huesos prominentes
Fumar reduce la cantidad de flujo sanguíneo que llega a la piel y la seca, lo que la priva de oxígeno y otros nutrientes que nos resultan esenciales provocando así la deshidratación de la piel.
Además, los niveles de vasopresina ( hormona que estimula la contracción de las fibras musculares) se ven alterados, aumenta la presión sanguínea y se produce atrofia dérmica, se aumenta la posibilidad de la aparición de vello, disminuye la absorción de Vitamina A, altera el colágeno y la elastina; todo esto repercute en el estado y la calidad interna y externa de nuestra piel.
Como resumen, cabe añadir que muchos de los problemas provocados por el tabaquismo suelen ponerse de manifiesto a nivel estético y generalmente los fumadores no somos conscientes de ello o no los solemos tener en cuenta.
No podemos olvidar que los daños ocasionados a nivel cutáneo son importantes y además pueden llegar a ser irreversibles, como ocurre en el caso de la aparición y desarrollo de algunas patologías como el cáncer de piel.
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